Esto será un monólogo. Aunque no tenga a quien hablarle. Estoy sola. Es decir, tampoco estoy sola. Estoy conmigo, y entre tanta corriente del amor propio, entonces podría decir que puedo ser mi propia espectadora. Mi propio otro. Pensé que me enredaría y que se volvería confuso, pero no lo es. Yo misma me hablo. Seré mi espectadora. Está decidido. Y quiero aclarar que esto está lejos de ser un soliloquio porque no estoy reflexionando, no estoy siendo introspectiva. Me estoy hablando, hacia afuera. Para escucharme. Escucharme bien para no olvidar. Para no olvidar, luego de que todo esto pase, las cosas que tengo que recordar. Y las cosas que tengo para decirme. Voy a hablar bien fuerte, no vaya a ser cosa que el gran silencio que escucho afuera me aturda. Seré lo más detallista posible, porque en esos pliegues generalmente escondo aquello que no quiero escuchar. Seré detallista porque el tiempo ha comenzado a ser otro y no puedo evadirlo. Seré detallista porque las circunstancias me empujan a que lo sea. Las circunstancias. Sobre esto he hablado conmigo, es decir, con mi espectadora. ¿Soy lo que hace de mi la circunstancia? Tan teatral. Entonces, soy un bicho extraño que mira con pavor las calles vacías, el color cremita de los guantes, la textura del barbijo. Bicho nocturno que escribe sin parar, que se mantiene creativo para no morir. Bicho que se desconoce sobre las veredas, en la cola del almacén de barrio Alberdi a dos metros de distancia, tosiendo para apurar al que está adentro. Apurar a aquel que le cuenta a la almacenera, que si lo agarra la peste, el médico ya le dijo que va a morir. ¡No me importa, que se apure! Inhumano, deshumano y por lo tanto más humano. Bicho egoísta que entra, lavandina en los pies, lavandina al picaporte, limpieza de guantes. Fuera guantes. Limpieza de manos. A fondo. A fondo. Post alcohol en gel. Apagar la luz con el codo, no vaya a ser cosa que así y todo, todavía…ande el bicho.
Noelia Trento.-
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